SOLO FOTOGRAFÍAS
TERESA RODRÍGUEZEl
tiempo, la verdad y la belleza
Detenerse ante una fotografía de Teresa Rodríguez es como pautar el
tiempo. Observar sus imágenes es sumergirse en un instante que puede
alargarse tanto como uno desee. Pareciera como si sus fotografías
fuesen las que nos dictaran el tiempo que anhelan ser observadas.
En sus imágenes, solo hace falta una pizca de lo visible para
revelarnos todo lo que nos queda por ver. Como si ese poco que la
fotografía nos da a ver fuese una grieta por la que accedemos al otro
lado, avanzando a tientas hacia lo inenarrable. Sin embargo, nada hay
en sus fotografías que no esté al a vista. Nada se oculta, ni se
disfraza. Todo lo que vemos pasa sin afectación, sin manifestar su
excepcionalidad.
Y es que la autora parece saber bien que en la fotografía, lo que
menos es lo que se ve. Lo que se nos da a ver es solo el cebo para
alcanzar la verdadera constitución del mundo que nos rodea, la
compleja naturaleza de esto que llamamos realidad. Sus imágenes
ofrecen la oportunidad de proyectar un relato desde nuestra propia
identidad, experiencia e individualidad. las escena y lugares que
captura tienen la cualidad de permitirnos entrar de lleno en ella,
hacerlos nuestros.
Sus fotografías contienen el germen de un cuento, la síntesis de
una fábula, la razón de por qué somos como somos. Sus imágenes
convierten al que las contempla en testigo privilegiado de un
escenario donde, como si del fotograma de una película se tratara,
siempre parece estar a punto de pasar algo inesperado. También
podríamos decirlo al contrario: sus imágenes convierten al que las
contempla en un testigo privilegiado dentro de un escenario del que
"el acontecimiento" escapó del encuadre hace tan solo unos instantes.
Lo capturado está en la imagen sin estar. Sentimos su presencia,
sabemos que estamos frente a algo que ya sucedió o sucederá y, como
detectives, reconstuímos su historia. Porque la historia es aquella
que queramos contarnos.
Escribía Susan Sontag, en su emblemática obra sobre la fotografía,
que las fotografías dignifican aquello que es capturado. Las
fotografías de Teresa Rodríguez también nos dignifican a nosotros al
ser capturadas por la imagen. La fotógrafa hace en realidad dos
capturas: la imagen misma, y la nuestra, posterior, a través de su
contemplación. Ella nos sitúa frente a escenarios en los que tener el
poder para rescatarnos de nuestra fugaz existencia. La fotógrafa nos
incrusta en el paisaje, abandonados a nuestra suerte, cediéndonos la
soberanía para decidir si continuamos hacia adelante o permanecemos
estáticos.
Su trabajo bebe del gran conocimiento que tiene de la historia de
la fotografía. Sus referentes podemos encontrarlos en la denominada
Fotografía intimista, en autoras como Nan Goldin; en los considerados
como nuevos documentalistas, como Robert Frank, Diane Arbus, Vivian
Maier o John Skarkowski y sus herederos Stephen Shore, William
Eggleston, Joel Stenferld, Sam Leiter, Joel Meyerowitz, Martin Parr o
Sam Laiter. También en el español Paco Gómez. Y entre estos vínculos
visuales podemos percibir la presencia de Henri Cartier-Bresson,
Walker Evans o Dora Maar. y no debemos olvidar en ese acompañarse
inseparablemente de la cámara, en sus continuos viajes, en sus
reiteradas visitas a París o por las calles de la ciudad de Logroño,
la obra de autores como Edward Ruscha o Jeff Wall. Pero su riquísima
cultura visual no solo se detiene en lo fotográfico, también bebe de
todos los campos de la creación, como la música, el teatro, la danza,
el cine, la literatura o la pintura. El impulso de apretar el
disparador acompaña a Teresa desde muy joven cuando, en uno de sus
primeros viajes a París, encontró una cámara analógica que no dudó en
probar; desde entonces no ha dejado de hacer fotografías. Aquellas
cámaras de su padre y de su abuelo que rondaban por la casa familiar
debieron de constituir ese "antes" que nos acompaña en silencio hasta
que despertamos a su influjo y ya no podemos despegarnos jamás de él.
Quizá de esa infancia, de su casa familiar, nazca su capacidad casi
mágica para transformar un instante cotidiano en una escena cargada de
emoción, significado y contenido. Sólo el tiempo captura el tiempo.
Sólo la verdad captura la belleza. Ana
Manuela Bañares, comisaria de la exposición. |